Habiendo cerrado una etapa, dispuesta a despertar de un sueño para sumergirme en otro, teniendo los brazos libres para abrazar a una nueva persona, es que puedo pensar. Pensar en el pasado sin despertar mis lágrimas, mirar mi presente con una sonrisa, imaginar el futuro sin sentir miedo.
Darme cuenta de la diferencia entre sostener una mano y encadenar un corazón; aprender que una companía no significa exactamente seguridad. Saber que los besos no funcionan a modo de contratos, ni los regalos tales promesas; que a veces preferimos amar a quien no nos corresponde en lugar ir a los brazos de aquella persona que nos anhela cada vez que nos ve.
Descubrir que acostumbramos a tejer castillos en el aire con la esperanza de que nuestras ilusiones se vuelvan realidad, cuando, en definitiva, no son mas que eso: simples ilusiones. Que el tiempo cura las heridas, incluso las más profundas. Que hoy ya no es tan complicado dejar de llamarlo, de escribirle, de buscarlo, aunque todos los días antes ir dormir le siga dedicando un pensamiento deseándole todo el bien y la felicidad aunque no sea a mi lado.