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Puedo escuchar como lentamente la lluvia moja mi ventanal, y empaña la transparencia de sus cristales bloqueándome la visión. Soy consiente de cómo las flores poco a poco se adormecen en un sueño atemporal, y como las aves se retiran de la orquesta. Soy capaz de escuchar las quejas del cielo que me acuna, y de las voces irreconocibles que como un murmullo sin final se esconden en lo más profundo de mi cabeza. Y, finalmente, muero de dolor al descubrir que todo esto pasa nada y nada menos que en mi interior.